Del 28 de octubre al 30 de noviembre.
Paloma es una de esas personas inquietas dentro del campo de las artes, en el que su búsqueda, experimentación y plasmación del sentimiento a través de los instrumentos físicos propios de la pintura, pinceles, colores, formas, luces, texturas, etc… junto a su particular y estudiada intención terapéutica, confiere a su obra un efecto profundamente bello y relajante.
Espátula en mano, su evolución sobre el lienzo atraviesa diversos estilos; pintura clásica, retratos, paisajes impresionistas repletos de serenidad, abstractos emocionales, energéticos, mediados por una permanente dualidad. Y el mar, el mar como fuente de inspiración en multitud de sus obras, verdes, azules rompiendo en blancos, en una nueva y embriagadora descarga de energía.
Tropezó con su vocación, al encontrar los adultos un gran talento innato en los retratos que hacía de sus profesores, en las contraportadas de los libros escolares. Sería un poco más tarde, hace algo más de 25 años, cuando su interés se convertiría en afición, cristalizando en profesión con más de 250 obras en su haber.
Si algo define la obra de Paloma, sin duda es la sensibilidad hacia el
mundo que percibimos, la naturaleza, los bosques, la inmensidad que nos rodea, nos cuida y a quién debemos, a su vez cuidar.
Retrospectivamente encontramos una clara línea de evolución, cuando Paloma decide que su obra no puede limitarse a reproducir el mundo, sino participar con él mismo, participar con la armonía, aportar
su granito de equilibrio a nuestras vidas a partir de la cualidades cromo terapéuticas del color o la geometría, piezas fundamentales en su actual catálogo.
Centro Hispano-Centroamericano 